martes, 30 de octubre de 2012

EL GRAN VILLALPANDO

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Cristóbal de Villalpando




 
México vivió uno de sus momentos culturales más maravillosos cuando no había nacido como patria, me refiero al período colonial. Por muchos años las políticas nacionalistas gubernamentales y aquellos mexicanos de alfarería han catalogado la época virreinal como conquista nada más, olvidando que la riqueza cultural de nuestro país comenzó gracias a ese choque cultural.

Y allí entran las contradicciones de la vida, porque artistas de esta época como Sor Juana Inés de la Cruz, jamás se llamaron mexicanos, sino orgullosamente novohispanos; al fin y al cabo esta tierra nuestra ha sido por más tiempo una colonia española que un país independiente. Tampoco este comentario tiene el afán de sonar pro-peninsular, sino todo lo contrario; es para enorgullecernos del pasado que, si bien no fue siempre cobijado por una bandera tricolor, es igual de maravilloso e importante para nuestra cultura.

Un pintor –que sí sabía pintar y cuyo arte no eran columnas rotas- fue Cristóbal de Villalpando, nacido en la Ciudad de México en 1649, en pleno auge de uno de los estilos artísticos que mayos influencia causaron en las artes: El Barroco. El Virreinato de la Nueva España se vio cobijado durante la mayoría de su existencia bajo esta manera de pensamiento, que fueron impulsados por movimientos socio-culturales como la Reforma Protestante, y la Contrarreforma. Además de estar presente en la pintura, la literatura, la arquitectura, las música y en el resto de las bellas artes, sirvió para renovar el espíritu de una sociedad global –gracias al colonialismo europeo- cada vez más cercana a la modernidad.

El barroco –cuyo significado es impuro, abigarrado y extravagante- tuvo como su principal fuente de inspiración la religión católica, y la Iglesia fue la mejor mecenas de todas las manifestaciones de arte. En la pintura, el barroco encontró una manera de expresar la emotividad en los rostros y el paisaje. Además la iconografía religiosa surgió como efectiva manera de difundir los dogmas religiosos.

El la Nueva España, el Barroco cobró una manera muy distintiva de expresión gracias a la mezcla con el pensamiento artístico prehispánico. La transformación del Barroco al Churrigueresco (forma de expresión sobre todo arquitectónica que sobrecargaba de elementos las fachadas y retablos) añadido a la religiosidad y fuerza prehispánica logró crear una nueva forma de arte: El Barroco Novohispano.

Las Iglesias de México fueron el mejor receptáculo de esta obra de arte, en los altares y fachadas de parroquias y catedrales de Puebla, Oaxaca, San Cristóbal de las Casas, El Bajío y muy en especial en la Ciudad de México, coronada con el altar de los reyes en la Catedral Metropolitana.

En esta misma Catedral encontramos su magnífica sacristía, la cual está decorada por lienzos maravillosos, entre los que destacan los de Juan Correa y Cristóbal de Villalpando. Este último realizó las grandes pinturas (que por su tamaño pudieran parecer murales) que llevan por nombre La Iglesia militante y triunfante, El triunfo de la religión, La mujer del Apocalipsis y laAparición de San Miguel entre los años 1684 y 1688.

Si bien Villalpando tiene una gran influencia española, muchas veces comparada con los artistas sevillanos, éste marcó un parte aguas en la pintura novohispana. Una de sus primeras obras fue La Adoración de los Pastores, ubicada en el convento de San Martín Tours de Huaquechula, Puebla, realizada en el año 1675.
A partir de allí Villalpando es requerido muchos centros religiosos en Puebla y la Ciudad de México, llenando así de su perspectiva diagonal y de realismo, como en la Capilla de Nuestra Señora del Rosario en Santo Domingo, en el centro de la capital.

Santa María de Guadalupe fue uno de los motivos principales de los pintores novohispanos y por supuesto en Villalpando no sería la excepción. Una de las pocas que se conservan del autor se encuentran en el retablo mayor de la iglesia de Santa María Coatepec, en el Estado de México.
Villalpando, el pintor por excelencia del suntuoso barroco mexicano de finales del siglo XVII, es el autor de la pintura ubicada en la cúpula de la Catedral de Puebla, permitiendo que la luz y la sobra formara parte fundamental de su arte, renovando así la pintura de la Nueva España y resignificando el Barroco europeo.
Escenas de la vida de José, la Virgen del Rosario, la Visión de Santa Teresa, entre otras cientos de obras de carácter religioso son obra del veedor del gremio de pintores, cargo dado entre 1686 y 1699 por el Virrey Conde de Paredes.

En 1690 ejecutó una de sus obras de más influencia, cuarenta y nueve cuadros de la vida de San Francisco de Asís, encargados por la orden franciscana de Guatemala. Ya para el siglo XVIII pintó sus últimas obras, el retablo de Santa Rosa de Lima en la iglesia de Azcapotzalco, y series de la Pasión de Cristo y la Muerte de San Ignacio de Loyola para los jesuitas de Tepotzotlán.

De esta manera el gran pintor Cristóbal de Villalpando culmina una vida repleta de logros artísticos el día 20 de agosto de 1714 en la Ciudad de México, teniendo como última morada el convento de San Agustín.
Si deseas conocer la obra de este gran mexicano (que históricamente nunca lo fue pero que sin duda es piedra angular de nuestra cultura) puedes visitar la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México o bien el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, Estado de México. Además, este museo cuenta con una magnífica exposición en Internet a través de su páginawww.virreinato.inah.gob.mx.

Espero que tú seas de esos mexicanos que aprecien el arte, y sobre todo que lo difundan. Aquellos que amamos la cultura debemos romper el paradigma de que para ser culto hay que llevar guaraches y un libro bajo el brazo. El amor a la cultura no está peleado con el jabón, con el deporte ni con lo comercial; al contrario, el verdadero hombre culto no es aquel que ve a profundidad una sola cosa, sino que tiene ojos para todo lo que le rodea.


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